¿POR QUÉ LAS MUJERES SE ENAMORAN DE CHICOS MALOS?

“En un chico malo no, no, no
Pa´fuera lo malo no, no, no
Yo no quiero nada malo no, no, no
En mi vida malo no, no, no, no.”

Esta estrofa de la canción “Lo Malo”, que estuvo a punto de llamarse “Chico Malo”, fue un éxito de 2018 y con ella se pretendía frenar antiguas creencias sobre las relaciones de pareja y clamar por un nuevo tipo de hombre. El mensaje que se quiso transmitir es que las mujeres no queremos nada malo en nuestras vidas y que los chicos malos ya no nos atraen. Sin embargo, en la realidad parece que esta idea no ha calado del todo. De hecho, es frecuente que mujeres de edades diversas se acerquen a las consultas psicológicas explicando el gran sufrimiento emocional que padecen a consecuencia de la relación de pareja que mantienen con un “chico malo” y su dificultad para terminar con esa dependencia.

¿Qué nos hace elegir y seguir con un hombre caracterizado por el egoísmo/egocentrismo, la falta de empatía, la manipulación y la mentira?

Si bien no existe una explicación que responda en exclusividad a esta pregunta, sí hay diferentes factores, con gran relación entre ellos, que permiten conocer mejor el porqué de esa atracción que algunas mujeres sienten hacia hombres que racionalmente reconocen que no les convienen.

En primer lugar, podemos recurrir a una explicación de carácter químico: frente al equilibrio emocionalmente más bien plano con el que algunas mujeres describen las relaciones con chicos buenos, estar con un “chico malo” lleva aparejado subidones de adrenalina. “Me aburría con él”, es la razón más habitual que dan para explicar por qué dejaron una relación de pareja con un hombre que describen como ideal en gran cantidad de aspectos. En cambio, en el “chico malo” encuentran ese punto de emoción que acompaña al riesgo, a saber que se está haciendo algo no del todo bueno para una misma, a la sensación de cierto peligro emocional, y sobre todo a la incertidumbre de cuándo querrá estar conmigo. Es precisamente esa falta de control sobre la propia vida y esa sensación de estar a expensas de lo que quiere el otro, las que sin duda actúan como una droga que conduce a la dependencia.

Unida a la sensación de que es el “chico malo” quien mayoritariamente dirige los tiempos de la relación, se encuentra la intolerancia al rechazo de la mujer que está con él.  Lo que le atrae de él es la imagen de seguridad en si mismo, de que tiene claro lo que quiere y además da los pasos para conseguirlo, apartando o retirando aquello que no le facilita el camino directo a su objetivo (aunque “aquello” sea su compañera). Esto lo traduce la mujer en términos de “me voy a sentir protegida por él”. El problema es que desde el egoísmo/egocentrismo que caracteriza a su pareja descubrirá que no va estar pendiente de sus necesidades sino de satisfacer las propias. En la práctica se traduce en el individualismo; en primero pienso en mí, luego en mí, y ya veré cuándo me interesa pensar en ti. El hecho de que el “chico malo” le haga sentir tan claramente y con tanta frecuencia que ella no es su prioridad en su vida, lo filtra desde que está siendo rechazada y se convierte en un reto trampa: conseguiré cambiarle y yo seré un pilar en su vida.

Este reto inalcanzable se afronta por una persona con baja autoestima. Si me quiero y me respeto escogeré para compartir mi vida una persona por la que me sienta querida y respetada; sin necesidad de que mi valía personal quede en manos de conseguir que el “chico malo” me admire y exprese su amor hacia mí de forma clara, sana y continuada. La mujer con complejo de salvadora pretende que un hombre que se mueve mayoritariamente desde el deseo de satisfacer las necesidades de su niño y con limitaciones en inteligencia emocional se transforme, gracias a ella, en una persona más adulta en sus relaciones afectivas, más generosa y capaz de tolerar las frustraciones que establecer una relación de pareja también implica, y con más capacidad empática. En definitiva, las mujeres que se enamoran de “chicos malos” suelen ser personas sacrificadas acostumbradas a pensar en los demás en diferentes áreas de sus vidas y se lo ponen inconscientemente muy difícil al escoger como pareja personas acostumbradas a justamente lo contrario, convencidas de que cambiarán por ellas y para ellas.

Para superar esta relación tóxica hace falta un trabajo personal que lleve a la mujer al convencimiento de que:

“Voy a salir
No más fingir
No más servir…
Que voy a darme a mí de una y otra vez
Lo que tanto me quité, que pa´ti tan poco fue”

Si te ha gustado este artículo, te animo a compartirlo. ¡Muchas gracias!