¿POR QUÉ CADA VEZ HAY MÁS DIVORCIOS?

Cuentan que un periodista le preguntó a una pareja de ancianos cómo se las arreglaban para llevar juntos 60 años, a lo que la mujer contestó: “Nacimos en un tiempo en que si algo se rompía se arreglaba, no se tiraba a la basura”.

Esta respuesta alude a la realidad del creciente número de divorcios y a la dificultad de encontrar en el futuro parejas que celebren sus bodas de oro, máxime teniendo en cuenta que, según los últimos datos publicados por el I.N.E., las parejas que más se divorcian son las que llevan más de 20 años casadas, seguidas de las que han permanecido casadas entre 5 y 9 años y que generalmente coincide con el ciclo vital de la pareja con hij@s pequeñ@s.

Es cierto que muchas mujeres de generaciones anteriores han permanecido en relaciones donde el maltrato físico y psicológico ha estado presente, pero la falta de recursos económicos y de apoyo familiar y social imposibilitaban la separación. En este sentido, queda claro que no todo lo que se rompe, ni antes ni ahora, se puede ni se debe arreglar. Pero no es menos cierto que en la actualidad vivimos una época de usar y tirar, de consumismo a todos los niveles, de la búsqueda del placer propio y de la ley del mínimo esfuerzo incompatibles con la capacidad de frustración. Por ello, en muchas ocasiones, ante las primeras dificultades se opta por romper la relación de pareja y buscar rápidamente un recambio. A este respecto resulta interesante tener en cuenta que los segundos matrimonios se rompen antes que los primeros, luego no parece que los recambios nos garanticen necesariamente el éxito en nuestras futuras relaciones.

Quizá la clave está en saber y aceptar que mantener una relación de pareja no solo estable sino también satisfactoria exige renunciar por momentos a nuestros deseos para complacer los de nuestro compañero/a, abandonar el ideal de amor romántico que garantiza mágicamente relaciones absolutamente satisfactorias, y en su lugar esforzarse porque la convivencia resulte fluida. En definitiva, funcionar como equipo y aplicar el principio de “hoy por ti, mañana por mí”, frente al “primero yo, después yo y por último yo”; es decir, rescatar la generosidad frente al egocentrismo. Y para aprender a iniciar o para recordar cómo se andaba ese camino, existe la terapia de pareja.

Para ello tenemos que sentir que la persona con la que compartimos nuestro día a día merece la alegría. Si merece la pena, si tu pareja te hace sufrir de manera gratuita, separarse no es tirar las cosas a la basura sino comenzar a arreglarlas.

Recuerda las palabras de Sherezade: “Ninguna relación es una pérdida de tiempo, porque si no te dio lo que buscabas te enseñó lo que necesitabas”.

 

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