LO QUE A LAS MUJERES LES MOLESTA DE LOS HOMBRES

Al igual que les ocurre a los hombres con las mujeres, dentro del contexto de la terapia de pareja suelen ser recurrentes las quejas que las mujeres expresan sobre conductas que realizan los hombres y que son extrapolables a otras relaciones de pareja fuera del ambiente terapéutico.

A continuación se describen algunas de las quejas más habituales expresadas por las mujeres:

  • Que no recuerden cosas que para nosotras son importantes. Una de las quejas más frecuentes está relacionada con no sentirse escuchadas en profundidad: bien porque he comentado 3 veces que mañana voy al pediatra con el niño y él dice que no le suena que se lo haya dicho, bien porque llevamos 20 años juntos, he verbalizado 100 veces que no me gustan las natillas, no me ha visto nunca comerme una y todavía duda de si en el restaurante voy a pedir natillas de postre.
  • Que no se den cuenta de que nos hemos arreglado. Aunque es cierto que excepcionalmente hay hombres que se fijan en cualquier detalle, en boca de muchas mujeres está el “Vas a la peluquería, te pones mechas o te cambias el color de pelo y si no sacas tú el tema ni se fija”. Queja totalmente extrapolable al estreno de una prenda de vestir; de los bolsos y demás complementos no hace falta comentar nada. Y si además del no darse cuenta de lo estupenda que una se ha puesto, el hombre es aficionado a los apodos o comentarios relativos a la ganancia de peso en forma de “mi gordi” o “vaya tripita que estás echando” la distancia emocional, si no física, está garantizada. En el fondo se espera satisfacer una necesidad psicológica básica: la necesidad de reconocimiento, en este caso en forma de un halago sobre la apariencia física.
  • Tener la sensación de que se tiene un niño, muchas veces en cuestiones domésticas. Aunque por supuesto no se puede generalizar, si hay alguna queja reina por parte de las mujeres en una terapia de pareja es la de “no quiero tener que decirle yo lo que hay que hacer, que no soy su madre”. Y que en la práctica se concreta en redactar la lista de la compra (“¿es que él no vive en esta casa?”), decirle que hay que limpiar el baño (“¿no lo ve?”), recordarle que tiene la cita con el médico especialista tal día, etc.
  • Que no pidan ayuda, como si el hecho de reconocer públicamente que no saben algo les convirtiera en seres limitados. Afortunadamente en la actualidad se dispone de GPS, pero aun así, si este dispositivo falla la mujer se pregunta y le pregunta a su pareja: “¿por qué no paramos y preguntamos?”. Pues no, vamos a seguir dando vueltas que somos autosuficientes.
  • Que no les abracen después de mantener relaciones sexuales. Aunque esta no suele ser una demanda que se hace de forma explícita al hombre, lo cierto es que en muchas ocasiones, tras mantener relaciones sexuales, la mujer desea establecer un vínculo afectivo en forma de contacto físico con su pareja para sentir que es especial, aunque racionalmente lo sepa. La respuesta a este deseo de la mujer suele ser que el hombre se queda dormido por la liberación de una serie de sustancias inductoras del sueño. ¿Y si dejamos que el sueño nos coja abrazados aunque enseguida le demos la espalda?

¿Te suenan estas quejas?

 

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