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CONFLICTOS DE PAREJA TRAS EL PRIMER HIJ@
CUANDO TRES ES MULTITUD

Tod@s conocemos el dicho popular “un hijo viene al mundo con un pan bajo el brazo” y que originariamente hacía referencia a que se incorporaba a la familia un miembro más que, en cuanto tuviese edad para trabajar, podría ayudar a l@s demás a traer recursos al hogar. Hoy día se emplea esta expresión para manifestar la alegría e ilusión que la llegada de un bebé genera en la familia.

Sin embargo, para muchas parejas esa ilusión del embarazo y los preparativos para recibir a su hijo/a dan paso a una etapa de conflictos importantes que, si no se saben resolver, conducen al distanciamiento afectivo y en algunos casos a la ruptura de la relación.

¿Cómo se explica que parejas que antes del nacimiento de su hij@ se llevaban bien pasen a discutir diariamente, muchas veces por asuntos menores?

Porque se entra en una nueva etapa del ciclo vital de la pareja que exige realizar el duelo por esa fase en la que eran dos adultos independientes con un importante espacio de ocio conjunto, con tiempo para realizar actividades individuales y sin presiones u obligaciones ineludibles más allá de las laborales.

Ahora tanto ese espacio común como personal prácticamente desaparecen para atender al bebé, un ser totalmente dependiente que exige la atención constante de los progenitores y que desplaza el orden de prioridades en el hogar.

Durante los primeros meses se discute más porque se duerme menos, hay tareas que no se pueden posponer, situaciones nuevas de crianza del hijo/a que generan estrés, las familias de origen suelen estar más presentes y no siempre se sabe reconfigurar los roles, se tienen las mismas ganas de mantener relaciones sexuales que de ascender un 8.000 y uno/a tiene la sensación de vivir en un déjà-vu diario en el que el elemento más novedoso es que la criatura tiene un nuevo diente.

¿Cómo se puede enfrentar esta etapa?

Decía el poeta mexicano Amado Nervo que “Hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo”. En nuestras manos está que el pan que nuestro hijo/a trae bajo el brazo no nos sepa amargo.

 

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