El término “pagafantas” empezó a popularizarse en nuestro país en el año 2009
cuando el director Borja Cobeaga estrenó el largometraje del mismo nombre cuyo
protagonista era un chico bueno que
se enamoraba de una chica que solo le veía como un buen amigo y del cual trataba de sacar provecho.
En nuestro imaginario colectivo el “chico bueno” es amable, educado, empático, complaciente, siempre disponible,…en definitiva, una persona equilibrada y estable que como pareja catalogamos como previsible, aburrida y demasiado condescendiente. De ahí que surja el malote como el hombre antagonista capaz de ofrecer aventura, riesgo y chispa en la relación de pareja; una opción escogida por muchas personas que se ven atraídas por la denominada “triada oscura de la personalidad”; es decir, por hombres que muestran una mezcla de narcisismo, manipulación y cinismo y que traducen como “hombres muy seguros de si mismos que me podrán proteger si lo necesito”. El tiempo se encargará de mostrarles de quién se ocupa realmente el chico malo.
“En un chico malo no, no, no Pa´fuera lo malo no, no, no Yo no quiero nada malo no, no, no En mi vida malo no, no, no, no.”
Esta estrofa de la canción “Lo
Malo”, que estuvo a punto de llamarse “Chico Malo”, fue un éxito de 2018 y con
ella se pretendía frenar antiguas creencias sobre las relaciones de pareja y
clamar por un nuevo tipo de hombre.
El mensaje que se quiso transmitir es que las mujeres no queremos nada malo en
nuestras vidas y que los chicos malos ya
no nos atraen. Sin embargo, en la realidad parece que esta idea no ha
calado del todo. De hecho, es frecuente que mujeres de edades diversas se
acerquen a las consultas psicológicas explicando el gran sufrimientoemocional que padecen a consecuencia de la relación de pareja que mantienen con un “chico
malo” y su dificultad para terminar con esa dependencia.
“¿Quién dijo que los polos opuestos se atraen? Sí, se atraen, pero nada
más; no se comprenden”, afirma el escritor Alberto Fuguet. ¿Tendrá razón?
La investigación en el campo de las relaciones de pareja parece indicar que la Ley de Atracción válida en la Física no necesariamente se cumple en el amor; de hecho, aunque no se puede generalizar, la semejanza es uno de los elementos que influye en el enamoramiento.
“La
vida es corta. Ten una aventura”, nos invita Ashley Madison, la conocida
web originariamente creada para personas casadas que deseaban tener relaciones
extramatrimoniales. Autodefinido como “un sitio de mente abierta para adultos
arriesgados”, lo cierto es que a l@s españoles les gusta el riesgo, puesto que
según esta página de contactos España es
el país más infiel de Europa y ocupa el cuarto lugar a nivel mundial por
detrás de Estados Unidos, Canadá y Brasil.
Por su parte, Victoria Milan, la nueva plataforma europea de citas on line dirigida también a personas comprometidas que buscan un affaire, cuenta con más de 650.000 personas registradas en el estado español. “Revive la pasión. Encuentra una aventura” es el eslogan escogido para invitar a la infidelidad; y parece que con bastante éxito en Euskadi, dado que enel año 2018 Bilbao ha sido la tercera ciudad con más usuari@s por detrás de Barcelona y Madrid.
Ante estos datos, y la
información que cada persona maneja sobre el tema, es evidente que lainfidelidad está presente en un número importante de relaciones de
pareja, aunque resulta imposible ofrecer datos cuantitativos reales por la
deseabilidad social que influye en el no reconocimiento de esta conducta
reprobada social y culturalmente en nuestro entorno.
Afirmaba el filósofo Zenón de Elea en el siglo V a.C. que la Naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para que hablemos menos y escuchemos más. Sin embargo, dentro del proceso de la comunicación resulta evidente que se presta más atención a mejorar las habilidades del emisor que las del receptor. La prueba es que existe una amplia oferta de clases y cursos de oratoria, mientras que son escasos los cursos dirigidos a aprender a escuchar.
Pese a ellos, l@s psicólog@s que realizamos terapia de pareja sabemos que precisamente una de las grandes quejas que oímos es “mi pareja no me escucha”. Ante esta acusación, el compañero/a se rebela porque da por sentado que saber escuchar es una conducta innata, lo que le lleva a calificar como un sinsentido tal acusación.